Tengo una enseñanza: “El poder sanador de la Bendición”

Bendecir a los que nos bendicen y bendecir a los que nos maldicen (Rom. 12,14). Levanta tu mano y repita conmigo: “Yo te bendigo en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo”. Es una fórmula de sanación grandiosa. Si tienes un enemigo o un contrario o alguien que te fastidia levanta tu mano y bendígalo de esa forma y verá los resultados.
Si te despiertas y sufres de insomnio no tomes pastillas, empieza a bendecir a tus familiares, vecinos y en pocos minutos estás roncando. Si tu esposo o tu esposa ronca no le maltrates a cada ronquido, antes bien levantas tu mano y dices: Yo te bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y verás el concierto de los dos.
Si alguien se te atraviesa mal en vez de insultarlo y nombrarle la familia levantas tu mano y lo bendices.
Y con la ventaja que con Jesús el negocio es redondo: nos ofrece el ciento por uno. Si doy una bendición recibo 100. Cuando alguien me pide una bendición lo que estoy haciendo es enseñarle a bendecir para que reciba muchas bendiciones y se haga rico de bendiciones. ¿Vale la pena, verdad?

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