Archivo por meses: abril 2012

La enfermedad más peligrosa

 

 

 

 

 

LA ENFERMEDAD MÁS PELIGROSA, MÁS DAÑINA Y MÁS CONTAGIOSA

¿YO  O  DIOS?

Un saludo fraterno y cariñoso para la persona que reciba y lea este mensaje de sanación interior.  Hoy 28 de Febrero del 2012.

Digamos: Espíritu Santo de Dios ven en mi auxilio y dame la gracia de abrir y gozarme con el regalo que me tienes con esta nueva experiencia de fe.

La Biblia, La Palabra de Dios, es viva y actual.  Lo que le sucedió a Adán y Eva es lo que nos está sucediendo.  Ellos “quisieron ser como Dios”, ellos quisieron ser grandes y cuando “se pusieron en el puesto de Dios” se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que “estaban desnudos”, es decir, sin la gracia que Dios les había regalado (Génesis 3,1-13).

Cuando “yo quiero ser como Dios” con el tiempo, los tropezones y la misericordia de Dios me doy cuenta que soy pequeño, que no puedo hacer siempre lo que yo quiero y siempre lo que yo deseo.  Entonces me enfermo y no tengo ni paz ni libertad.

LA PEOR ENFERMEDAD

Hoy en día hay enfermedades cada vez más raras y los médicos se van especializando en cada órgano del cuerpo, en cada parte del cuerpo.  Hasta el punto que cada dedo de la mano tiene un especialista.  Ya los médicos generales van quedando relegados.  Los médicos de antes que trataban las enfermedades que circulaban en el ambiente van desapareciendo porque lo máximo son los especialistas.  Es un gran regalo.  Como dice la Palabra de Dios: “Los médicos son un regalo de Dios” (Eclesiástico, o,  Sir. 38,1-10)

Hay problemas cuando se sube el azúcar en la sangre y puede llegar a un coma diabético.  Cuando sube la presión y puede tener un infarto o una trombosis.  Cuando sube el colesterol o los triglicéridos, los glóbulos blancos.  En fin, cuando se suben los niveles de aminoácidos, de proteínas, de carbohidratos, de etc. Etc.   Hasta el sobre peso (la gordura) se considera una fuerte enfermedad y por eso tantas dietas y tantos gimnasios para mejorar la salud corporal.

La pregunta es ¿cuál es la peor enfermedad del tiempo actual?  ¿En qué porcentaje están las enfermedades del corazón, las de la sangre, las del cáncer, las de depresión, de los huesos, de desnutrición que causa tantas muertes de hambre?  ¿Cuál es el índice más elevado y cuál es la más peligrosa?

Hoy más que nunca hay más cuidados, más medicina, más especialidades y abundan las enfermedades más raras y más complicadas.

La gran pregunta es: ¿Cuál es la peor enfermedad?

¿Podríamos decir que el YO, el EGO? Decimos rápido el “egoísmo”, vamos a llamarlo en este artículo el “yoísmo”. Cuando los índices del EGO, del YO están altísimos la muerte es segura.  No sólo muero yo, sino que estoy matando a los que viven conmigo, a los que trabajan conmigo, a los que rezan y se congregan conmigo.  Es peor que la bomba atómica.

Cuando… yo soy tal personalidad,… yo tengo tanto dinero,… yo puedo hacer y deshacer con el poder que yo tengo,… yo quiero conseguir lo que sea al precio que sea,… yo quiero hacer lo que quiero y hasta lo que me dé la gana,… yo busco mis intereses por encima de quien sea y como sea. En definitiva, cuando mi YO lo he alimentado o me lo han alimentado hasta alcanzar niveles peligrosamente altos.  ¡Cuidado!  ¡Stop! ¡Detente!

La enfermedad peor, la más contagiosa, la más alarmante.  ¿Quién la puede curar?  ¿Es posible curarla?  ¿Qué avión tengo que tomar para llegar donde ese especialista?  ¿En qué país, en que hospital, qué seguro me cubre, con quién puedo hablar para que me lleve o me oriente y me consiga urgente la cita?  ¡Es cuestión de vida o de muerte!  ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida, su alma? (Marcos 8,35-36). ¡El yo, lo mío es lo más peligroso!

¿JESUS DE NAZARET RESUCITÓ?

Este es el gran grito de victoria: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Ha resucitado.  El testimonio de los Apóstoles: “Ese Jesús que Ustedes crucificaron y mataron Dios lo ha resucitado y nosotros somos testigos… Ha comido con nosotros  (Hechos 3, 11-16; 4,7-12.32-33; 5,27-32; Juan 20,1-29; Lucas 24,1-12.13-35.36-43; Marcos 16,1-14).

Sin embargo, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, para muchos sigue muerto, ni se conoce. Otros que no han tenido la experiencia con el resucitado quieren matarlo hoy con películas y versiones contrarias a la Palabra de Dios. Y, después de 20 siglos no le hemos obedecido y por eso vivimos “como perros y gatos” y estamos enfermos sin paz y sin libertad.

Jesús resucitó ¿para qué?  Cuántas respuestas nos darían.  Una respuesta sencilla: Jesús resucitó para resucitar en mí.  Entonces hay un enfrentamiento del yo, del ego con Jesús.  O vivo yo o vive Jesús.  Por eso San Pablo compartía esto bien: “Ya no vivo yo es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20).  Entonces para que Jesús viva yo, Leonardo, tengo que morir a Leonardo.  Cada uno puede colocar su nombre y repetir: yo… fulano-fulana de tal tengo que morir a…, a mi yo para que Cristo Jesús viva en mí, resucite en mí y yo sea una persona nueva (Juan  3,3-7).

Morir a uno mismo no es fácil,  Jesús nos invita a dejarlo todo hasta uno mismo.  Es fácil dejar familia, herencia, patria pero dejar el YO, el EGO es lo más difícil.  A los 20 años terminando la Filosofía salí de misionero al Paraguay-Ecuador-Venezuela dejándolo todo: padre, madre, hermanos, herencia hasta patria como animaba Pío XII.  Sin embargo, en la maleta de mi corazón llevaba mi yo, mi ego, a Leonardo.  Como dice San Pablo: el hombre viejo.

Desde hace 39 años la lucha ha sido titánica.  Ha habido temporadas donde Jesús ha tomado más fuerza y he tenido paz y la he contagiado.  Pero ha habido temporadas donde mi YO ha tomado el control de mi vida y ha sido un desastre enfermándome y enfermando a muchas personas. Después de mi última enfermedad de, -julio 2011-febrero 2012, 8 meses-, el Espíritu Santo, ayudado de tantas oraciones, ayunos y sacrificios de tantos y tantos hermanos y hermanas, me está iluminando y dejando vivir esta nueva y maravillosa experiencia.

Viviendo como Vicario Parroquial de Las Terrenas y El Limón de Samaná desde Marzo 2012 y con la Bendición y gran bondad de mi Obispo Monseñor Jesús María de Jesús Moya, la ayuda fraterna y espiritual del P. Rigoberto Zamora. Toda la oración y la ayuda de tantos sacerdotes, religiosas, amigos, hermanos y, mis enfermeros privados: mi madre Carmen Julia y Félix Alberto  mi hermano junto a los médicos, el Espíritu me ha mostrado la raíz de mi enfermedad.

Jesús nos enseña que si el grano de trigo muere da fruto (Juan 12,20-26).  El murió y resucitó y sigue dando mucho fruto resucitando El en cada uno de nosotros.  “Morir a uno mismo” y más en esta sociedad de tanta y tanta comodidad y tanto facilismo no es fácil.  Todo va siendo a control remoto donde ya no se mueve uno, por internet se compra y todo le llega a la casa sin mayor esfuerzo.  Una sociedad que ha creado todo tan fácil de adquirir que si uno se descuida un poquito “se lo lleva la corriente” y uno sigue arrastrando más gente a la amargura, a la desesperación, a la frustración, al sin sentido, al caos que estamos viviendo y respirando, que estamos oyendo, viendo por los medios de comunicación social.  Nos causan admiración y espanto y,  un futuro muy incierto: desde no poder dejar la casa uno o dos días porque alguien puede llevarse lo poco o mucho que tenga, matar a una persona por un celular y más hechos.

En esta última batalla, ocho meses de muerte y  restauración,  Jesús resucitado va ganado el mano a mano a mi yo y,  la paz y la libertad interior y exterior se están dejando sentir. Con tal muera Leonardo, el “hombre viejo” del que Habla San Pablo donde no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero (Efesios 4,17-32; Col. 3,9-11; Romanos 7,14-15).  Aprovechar todo y ofrecerlo todo para que mi yo muera (Colosenses 1,24).

¿MI VOLUNTAD O LA VOLUNTAD DEL PADRE?

Desde pequeño nos van torciendo y nos van dañando.  El niño pequeño llora y patalea porque no le dan “lo que él quiere, su voluntad o su capricho o su antojo o su resabio, como se quiera llamar.  ¿Qué se hace?  Para que no llore, para que no fastidie, para que no moleste, para que deje en paz se le da lo que anda buscando.  ¡Ojo pelao los papás y más cuidado los abuelos!

Nos gusta hacer lo que queremos, lo que me gusta, lo que me causa placer, lo que me divierte y luego nos estamos lamentando de los accidentes, de las enfermedades, de los desengaños de la vida.  Pasamos de una etapa donde todo era pecado a la etapa en que todo es permitido “de acuerdo a lo de cada uno”, a lo que yo quiero y lo que a mí me parece.  Hasta queremos hacer una Iglesia a nuestro parecer y no de acuerdo a la Palabra de Dios, a la que fundó Jesucristo (Mateo 16,18-19; Colosenses 1,24). Decimos: La Iglesia, refiriéndose a la Jerarquía y a las normas establecidas, debe cambiar en esto, debe aceptar esto y lo otro.  Y ¿qué es eso otro?  Lo que YO pienso, lo que me parece, lo que se me ajusta a mi modo de vivir.  Al final cada uno hace lo de él, su voluntad. Convirtiendo “su yo” en parámetro o norma de actuar.

Jesús de Nazaret sólo hacía la voluntad del Padre, mi comida es hacer la voluntad del Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero sino tu voluntad.  En el Padre Nuestro que nos enseña: “Santificado sea tu nombre no el mío”, “Venga a nosotros tu Reino no el mío” y lo sella con “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Juan 4,31-34; Lucas 22,41-42; 2,48-50; Mateo 6,9-15).  La voluntad de Dios no la voluntad mía.

¿CUÁL ES LA CLAVE?

Ahí está la clave: “hacer la voluntad de Dios y no la mía, aunque la mía parezca muy buena, muy piadosa o hasta muy santa”.  Con tal no se haga mi voluntad: lo que quiero, lo que me propongo o lo que propuse, lo que insinué, lo que sugerí.  De esta forma se va curando la enfermedad más peligrosa, más dañina y más contagiosa: El yo, el ego, el “yoísmo”.

Esa es la clave, pero el secreto es la medicina.

¿CUÁL ES EL SECRETO?

Ahora viene lo bueno.  Ahora viene una de las medicinas buenas para sanar esta enfermedad madre y raíz de muchísimas enfermedades.  Es algo muy sencillo.

ORAR CON PODER

Hay medicinas que son agradables y otras que son desagradables, ya sea por el sabor, el tamaño de la pastilla o la cápsula, el dolor de la inyección, los efectos secundarios de la cirugía o del tratamiento.

No se asuste de esta expresión “orar con poder”. No es orar gritando ni orar haciendo fuerza.  ES OFRECER. Aquí está el secreto: ofrecerlo todo,todo, todo. Ofrecer de manera especial lo que más me duela, lo que no me gusta, lo que no me apetece, lo que no me parece y lo que va en contra de mi voluntad para que se haga solamente la voluntad del Padre.  En vez de estar renegando, fuñendo, quejándose, juzgando ofrece toda la incomodidad  hasta por la persona que le quiere quitar la paz. Si tienes paz contagias paz.  Ofrecerme a Jesús ofreciéndolo todo.

A uno le viven pidiendo oración por tantas y cuantas necesidades: de salud, de trabajo, de unión familiar, de viaje, etc. Etc. Acostumbramos a responder: “Sí, voy a orar”.  En efecto, hacemos una oración, un “rezado”, un Rosario, una jaculatoria: “Lávalo con tu Sangre Jesús”, “Bendícelo Jesús”, “abrázalo-a Jesús”, “te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Ofrecemos una Eucaristía –Misa-.  Y eso está bien y es maravilloso.

“Orar con poder” es ofrecerlo todo. Es fuente de paz interior y paz exterior.  Un joven en la capital llegó a su casa y se encontró a sus padres peleando y gritando con sus hermanos.  Dio un grito fuerte: “Aquí no hay paz, necesito paz”.  Su papá sacó del bolsillo un billete de dos mil pesos (50 dólares) y le dijo: urgente vaya a las farmacias y supermercados y cómprenos una libra de paz para la familia.  Salió el joven  y después de preguntar en muchas farmacias y supermercados regresa a la casa con el billete diciendo que nadie vende paz.

Si fuera por el dinero cuánta paz tendríamos, ¿no es verdad? Como dice el canto “ni se compra ni se vende”.  Entonces ¿dónde está la fuente de paz?  Siempre oramos por la paz, pedimos por la paz y la guerra aumenta, la división aumenta.  Jesús es el príncipe de la paz es la fuente de la paz, es la gasolinera de la paz.  Cuando se te acaba la gasolina de la paz va a la bomba de paz que es Jesús.  El siempre nos espera.  ¡Animo, no dejemos que se nos acabe ese tanque”

Jesús resucitado saludó a sus discípulos: “Paz a Uds. y no creían y luego se alegraron”  Y la clave que les dio fue: “miren mis manos y mi costado” (Lucas 24,36-48).  Manos clavadas y costado abierto.  Todo lo ofreció en obediencia a la VOLUNTAD DEL PADRE por nuestra redención, para que tengamos paz y libertad.  Ya les había dicho: “Cuando lleguen a una casa digan paz a esta casa” (Lucas 10,5-6).  “Mi paz les dejo mi paz les doy no como la da el mundo” (Juan 14,27 y 16,33).  Consigamos un tanque de paz de reserva, ¿qué te parece?

La paz fruto del morir a uno, a su voluntad para hacer la voluntad del Padre.

CAMINO SEGURO PARA ADQUIRIR LA PAZ

Ofrecerlo todo y aprovechar toda oportunidad y toda situación para hacer la voluntad del Padre.  Aprovechar ofreciendo todo lo que me disgusta, me duele, me fastidia, me incomoda, me hace sufrir.  En vez de estar quejándose, lamentándose, echándoles la culpa a los otros.  En silencio y ofreciéndolo.  Qué medicina tan efectiva y  tan saludable. Lo que Jesús me enseñó hace 17 años y escribí un brochour titulado CALLAR – ORAR Y BENDECIR.  Se me iba olvidando.

No es callar y aguantar.  Uno se queda callado, pero por dentro está quemando.  “María guardaba todo en su corazón” (Lucas 2,51).  Ella callaba y ofrecía.  No es callar y reventarse uno.  Es callar y ofrecer para no reventarse. No es callar y por dentro estar juzgando, condenando y creciendo en intranquilidad para luego desquitarse con la primera persona que encuentre contagiándole no paz, sino guerra, dolor, tristeza, amargura, sufrimiento. ¿Qué diferencia, verdad? Es cosa del cielo a la tierra, del día a la noche.

Llega el esposo a la casa y la comida no está lista.  Puede tener tres actitudes:

1.- Revienta con insultos, con palabras contra su esposa por no cocinar a tiempo y comienza a juzgarla: a dónde se fue, qué tanto hace que no le alcanza el tiempo, qué desconsiderada: uno trabajando y cansado y tú viendo tele o chismiando.  Explota y de mala manera.  Hiriendo a la esposa y “dándole un gran mal ejemplo a sus hijos” o personas presentes.  Envenena todo.

2.- Llega y no encuentra la comida o la sala desarreglada.  Se calla y rabioso se va a ver televisión o se encierra en la habitación y sin decir nada empieza a juzgar y condenar.  “Calla, pero la procesión va por dentro”.  Pasa a comer callado y con una actitud de protesta y sufre.

3.-  Llega y, al encontrar esa situación la saluda con cariño.  Le ofrece el hambre y el cansancio por la unión familiar, por tantos que no tienen comida ese día, por ese matrimonio que está por romperse o que se ha roto para que Jesús resucite el amor por el perdón que se van a dar. Se ofrece a colocar la mesa, los platos, la cuchara, a picar o partir en la cocina lo que hace falta.  Está viviendo en paz y contagiando la paz.  ¡Qué hermoso, verdad!  Qué sueño.  Vale la pena.

La esposa está en la casa y no llega el esposo que quedó en recogerla.  No llega y ella se inquieta, se preocupa y “empieza a envenenarse por dentro”: no llega, siempre el mismo, con quién se quedaría, ahora que venga no salgo.  Eso y más pensamientos.  En vez de disculpar, de callar y orar por él, de bendecirlo, de “lávalo con tu sangre Jesús”.  Cuando llegue como ha ido alimentando la paz con la oración ¿qué le va a contagiar? Paz, amor.  ¡Qué belleza!  Esa espera la ofrece por aquel hijo que está desobediente, por aquella hija que tiene esos amores no conforme a los papás.  Creció en paciencia que es “la ciencia de la paz”.  Murió el yo y salió Jesús.  No se hizo su voluntad sino que se abrazó a la voluntad del Padre.

Y, así en todo.  Si tú te dejas envenenar y te llenas de odio, de resentimiento, de dolor, de enojo lo que vas a contagiar es eso y el sufrimiento para ti y el sufrimiento para los que tú envenenes.  Pero si tú callas, oras, bendices la paz de Jesús te va llenando, te va empapando y por donde pases vas a dejar el aroma de paz.  ¡Qué gran diferencia!  Por eso “miren mis manos y mis pies soy el mismo”, “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único no para condenar al mundo sino para que se salve por él” (Juan 3,15-16).

Ese hijo o esa hija sale de la casa desobediente y la mamá o el papá se queda envenenándose, renegando, hasta llorando, pensando cómo lo va a castigar, de qué lo va a privar.  Pero si calla y ofrece ese dolor por el cambio de él o ella.  Le ofrece a Jesús esa misma desobediencia y hace un sacrificio por ese hijo.  ¿Qué está haciendo?  Llenándose de la paz que da Jesús y cuando llega ese hijo no lo maltrata sino que le contagia eso que lleva dentro, esa paz.  ¡Qué hermoso!

Alguien dirá no es fácil.  Es verdad que tiene que entrenarse mucho, pero hay que empezar.  No es fácil matar el YO, no es fácil curar la enfermedad del Yoísmo, pero hay que dar pasos y aprovechar desde ya todo lo que me molesta o me duele.  Haz un momento de silencio y sumérgete en “ese corazón sanador de Jesús”, en “ese corazón abierto por la lanza” y entrégale lo que te está inquietando o haciendo sufrir y ofrécelo a Jesús por ese enfermo que está muy mal, por esos niños abandonados, esos jóvenes en los vicios, esos matrimonios por destruirse o destruidos para que resucite el amor en el perdón, por esa persona que me calumnió o me levantó un chisme, esa persona que me perjudicó (Filipenses 2,14-18).

Haz un momento de silencio y en “ese corazón lleno de amor” déjate dar un baño de paz, de confianza, de amor.  Dejémonos empapar de los sentimientos de Jesús para que los contagiemos con las personas que nos encontremos, con los que hablamos por teléfono o con los que nos comunicamos por correo o internet.  El mundo sería como Papá Dios lo creó, lo pensó y por el que Cristo Jesús “obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz” (Filipenses 2,1-11).  Con razón cuando nace el bebé la madre se olvida de los dolores e incomodidades del embarazo y del parto y se goza, se alegra con el recién nacido.  Gracias Jesús por obedecer y hacer la voluntad el Padre. Gracias por estar compartiendo estas maravillas.

Luego de una enfermedad de ocho-nueve meses (2011-2012), enfermedad del yoísmo, “enfermedad del leonardismo” donde no me dejaba pescar y me le escabullía, me le escapaba a Jesús, al fin escuchó el clamor y el ofrecimiento de tantos camilleros que me llevaron donde Jesús y me descolgaron para escuchar y aceptar sus palabras de sanación:  “tus pecados son personados”.  Gracias a Dios por tantos camilleros (Marcos 2,1-12).  Gracias mamá Carmen porque en esos 3 meses de muerte que pasé en Colombia me invitaba a rezar el Rosario que no quería hacerlo.  Lo hacía más por vergüenza que por fe. Gracias mamá y gracias Madre María por callar y ofrecer tu sufrimiento y escuchar tantos clamores de tantos camilleros. Gracias, Te alabo y te bendigo Señor Jesús por aguantarme y sostenerme aunque no creía.

Mi yo, mi ego se había inflado.  Me denominaba “el padre de los puentes” porque con los campesinos de Arroyo al Medio-Nagua habíamos hecho 7 puentes-puentes en menos de 3 años (2 Feb. 2004-27 Oct. 2006) con un presupuesto mínimo y tocando tantos corazones generosos.  Las obras a favor de los pobres, de los campesinos, las casas de tantos pobres, las cirugías de tantos enfermos, construcción y reconstrucción de capillas.

Me dejé engañar de la serpiente: “serán como dioses”.  Por eso me daba el lujo, mejor, el orgullo de creerme con autoridad moral para decir “las verdades sin caridad, ofendiendo y maltratando con palabras hirientes a las autoridades, a los compañeros de Iglesia.  Y cuando, por la misericordia divina” descubrí “que estaba desnudo” caí en una depresión que para dormir desde julio 2011-febrero 2012 tenía que tomar dos pastillas para poder dormir.  Todo el pecado y la enfermedad del yoísmo me estaban acabando.  Perdí como 60 libras y los que me veían sentían compasión (Isaías 53,1-3).  No me quería bañar ni cepillarme los dientes.  Lo que quería era morirme, que me diera un infarto y “muerto el perro se acabó la rabia”.

Ese hombre fuerte y batallador estaba como los boxeadores “en la lona, en el piso”, peleaba con Jesús por no haberme llevado en el accidente del 22 de enero de 2000 y pensaba no se hubieran hecho los puentes, pero no importa ya hubiera descansado.  Otro de los pensamientos:  por qué no me llevó el año pasado cuando me dio el 23 de marzo 2011 una subida de azúcar de 990 que me internaron en el Hospiten de Santo Domingo.  Salí el 27 con 30 de insulina y dos pastillas y el 28 lunes me fui a los retiros preciosos en la Parroquia Sant Andrews de Coral Springs, Florida.  ¿Por qué no me quedé ahí?  Me daba rabia y seguía envenenándome.  Jesús me seguía desinflando el yo y yo no quería sino estar acostado.

Ya no tenía fuerzas ni para pelear, ni discutir, pero era un silencio agotador, preocupante para mi madre, mi familia, mis amigos y paisanos.  No quería celebrar ni ver la Misa por televisión.  Lo que quería era morirme.  En esos 3 meses me preguntaban cuándo iba a celebrar una Misa de Sanación. ¡Qué cuento! El que necesitaba sanación era Leonardo.  Fue un martirio para mi mamá, mis hermanos, familiares y amigos que me habían visto en el apogeo de las sanaciones que Jesús hacía por intermedio de Leonardo en su tierra natal, Ibagué-Tolima-Colombia.  Y eso me golpeaba más y me hundía más y más.  Desde la habitación-cárcel que me había construido veía las torres de la  Parroquia Nuestra Señora del Carmen, donde fue monaguillo hace 47 años y me daba nostalgia.  Los padres salesianos me animaban, otros sacerdotes también.  La gente orando por mí, para que Jesús me sanara y yo no sabía que la enfermedad era “mi yoísmo”.

Quería la mejoría como en años anteriores que había caído un mes y luego me levantaba con más furia para trabajar.  Muy cariñoso con la gente, pero el que no hacía como yo pensaba o quería le aplicaba la mano dura.  Todo eso me golpeaba porque no había sido fiel a la Palabra de Dios y cualquier parte de la Biblia era una acusación.  Me veía como aquel que Dios le perdonó tanto y yo no había perdonado cositas a tantas personas, me veía como en el Evangelio de aquel que fue perdonado 10.000 y el no perdonó 100 a un compañero (Mateo 18,23-35).  Todo era culpándome, rechazándome, azotándome, martirizándome. ¡Qué duro!

Quise hacer una casa de oración en Nagua, coordinar la Renovación en 19 Parroquias y gracias a la paciencia de mi Obispo que me dio mucha libertad.  Total todo se fue al piso, la casa de los inválidos en los Memisos de Las Gordas no se terminaba, ellos estaban en una habitación peor de lo que los encontré.  Tenía deudas en 2 Ferreterías y albañiles.  Gracias Omar y Niño Jesús por recoger el trasteo, la mudanza y entregar la casa.  Muchas Bendiciones. Todo se me vino encima y lo único que quería era morirme.  Pensaba que todo se había terminado. Quería que me cayera un rayo y el sufrimiento se acababa.  ¡Cuántos que leen dicen:  eso me pasa a mí!

Repito quería un milagro, quería levantarme rápido y todo fue lento y muy lento.  Regresé el 4 de octubre del 2011 y el 5 día de Santa María Faustina hablé con Monseñor Jesús María de Jesús Moya, que se ha portado como un padre.  Le pedí hospedarme en la Casa del sacerdote en San Francisco donde están los sacerdotes viejitos y enfermos.  Donde había pasado 30 días en “el accidente bendecido del 2000” y donde había pasado varias veces recuperándome.  Esa noche celebré solo en la habitación dando gracias por la Misericordia Divina de regresar, sin saber lo que me esperaba.  Flaco, demacrado daba lástima.  El hombre fuerte era un giñapo.

Me vi en el aire.  Ese Jesús que me había rescatado hacía 17 años cuando llevaba 12 años de sacerdote se me había escondido y no hacía mi voluntad, la voluntad de Leonardo, en vez de yo hacer la voluntad del Padre como Jesús  Pero tuvo misericordia y me fue llevando con calma.  No entraba al correo electrónico, no quería contestar el teléfono, no podía predicar.  El hombre de la palabra empezaba a hablar de una cosa y pasaba a otra porque me perdía.  Predicar era un gran martirio.  El Obispo me dijo que escribiera el sermón.  El P. Rigoberto me fue acompañando en un curso precioso pero exigente de oración contemplativa. Me animaba y el muerto, Leonardo, no resucitaba.  Fue un tiempo de purificación, fueron 8-9 meses de escuela: “Lo llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,16).

Desde que dialogué con Monseñor Moya me habló de venir a Las Terrenas y El Limón. Ya no como párroco sino como Vicario Parroquial.  Eso mismo le pedía a él en una carta de respuesta al permiso tan paternal que me dio. Le escribí desde mi casa paterna el 10 de agosto del 2011 y el médico siquiatra me dijo que no se la mandara.  Jesús Buen Pastor me iba llevando.

Mis hermanos querían que saliera rápido del hoyo.  Mi hermana María Carmenza no sabía con quién hablar, a qué sacerdote llevarme para que me orara y me sanara.  Uno dijo: le hicieron un trabajo de brujería para sacarlo del Ministerio de sanación y liberación.  Yo no lo creí y no volví, pero no descartaba esa posibilidad.  Total, querían que me sanara, pero ni yo mismo sabía cuál era la enfermedad.  Mi hermano Félix Alberto como un papá. Fue un proceso doloroso.  Por eso digo que es la enfermedad más dañina y más peligrosa, la enfermedad del yo.  Había manipulado a todo el mundo y quería manipular a Dios y no se dejó ¡Gracias a Dios!

Tuve en 3 oportunidades la maleta lista para venir a las Terrenas, pero la hora de Dios no llegaba.  Cuando hubo cambio de párrocos el nuevo párroco el P. Ramón Antonio Hilario Bidó, Padre Papo, se arriesgó el 28 de Febrero a traerme para trabajar juntos y después de 2 meses le doy gracias a Dios porque ha sido un hermano y un instrumento del Padre para vivir esta nueva experiencia, para descubrir en este tiempo de oración, ofrecimiento y trabajo pastoral cuál era la enfermedad de Leonardo: “el yoísmo”.

Fue aquí, como Vicario Parroquial, hoy 28 a los dos meses, donde Jesús me abrió los ojos y el entendimiento (Lucas 24,30-31 y 44-47).  Estoy viviendo una nueva de luna de miel sacerdotal.

En Colombia todo eran cábalas.  Pensaba: Me ordenaron Presbítero a los 29 años y con 29 años de Ministerio (05-09-82), total 58 años,todo se derrumbaba.  Era la mitad de la mitad. En esa enfermedad me tocó celebrar con mi familia por primera vez en 29 años un aniversario de sacerdocio.  El año 2011 como el 11 de Sept. Todo era no una diosidencia sino como una coincidencia de maldición.  Fue una machacada grande.  Esa caña de azúcar no quería dejarse machacar, no quería pasar por el trapiche (molino para moler la caña y salir el jugo dulce).  Me rebelé, lo único que quería era morirme.  ¡Qué depresión tan tremenda! ¡Qué enfermedad tan mala!  Tan aplastante, tan mortificante para la familia y los amigos.  Y sin poder salir de ahí.

Luego de tantas enseñanzas que me regaló Jesús y con las cuales tantísimas personas habían recibido sanación interior, sanación física y liberación me encontraba en el remolino del yo, del “médico cúrate a ti mismo”.  El siquiatra muy bueno me dijo que un ortopedista no se puede curar una pierna partida, un cardiólogo no puede operarse del corazón y yo como sacerdote necesitaba de otra persona.  Doctor Jairo Novoa, gracias por su paciencia y ahora le comparto mi enfermedad, la raíz de dicha enfermedad y algunos de los secretos para salir de ahí.  Son muchos los testimonios para compartir, pero el artículo de dos hojas –brochour- se ha convertido en un folleto parecido al del accidente bendecido.  Creo que saldrá en un libro.

Fueron preciosas las dos últimas jornadas de evangelización en Coral Springs-Florida (28-03-11 a 14-04-11) y Falleteville- Carolina del Norte (18-05-11 a 07-06-11 cuando cumplía los 58 años de vida).  Algo precioso.  Cuántos testimonios, cuántas conversiones, cuántas sanaciones físicas, cuántos matrimonios reconciliados, “cuántos milagros”, pero me golpeaban la palabras de Jesús en San Mateo 7,21-23: “No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor! Para entrar en el Reino de los Cielos, más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. Aquel día muchos me dirán: ¡Señor, Señor!, hemos hablado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios y realizado muchos milagros.  Entonces yo les diré claramente: Nunca les conocí, ¡Aléjense de mí ustedes que hacen el mal”.

Estas palabras me golpeaban, pero todavía seguía ciego, sin entender las Escrituras: “entrará el que hace la voluntad de mi Padre del cielo”.  Cuánta división en el “Cuerpo de Cristo” – La Iglesia.  El Cuerpo de Cristo está despedazado porque cada uno queremos hacer “mi voluntad” y todo se lo achacamos a Jesús o al Espíritu Santo: “Jesús me dijo y El Espíritu Santo me iluminó” y no me había abierto el entendimiento para ver que era yo, Leonardo, y no el Espíritu Santo.

LA SOLUCIÓN: hacer la voluntad del Padre del Cielo como Jesús y como María.

LA CLAVEorar con poder.

EL SECRETO: ofrecer todo, todo, todo de manera especial lo que le ayuda a morir al yo, a mi voluntad.

Ya seguiré compartiendo otros testimonios lindos de lo que Jesús me ha dejado vivir meses antes de la enfermedad, durante los 8-9 meses de enfermedad y los 2 meses como Vicario Parroquial.  Será en otro artículo.

Padre de misericordia te alabo y te bendigo por tanta paciencia conmigo, por tantos camilleros que me han dado la mano, que han orado y han hecho sacrificios y ayunos para que este muerto resucite, mejor para que Jesús resucite y Leonardo siga muriendo.

Te alabo y te bendigo Señor Jesús porque cuando ya se acercaba la hora de salir de la casa del sacerdote a esta Parroquia te decía: “quiero enamorarme cien por ciento de ti y anunciarte, predicarte con misericordia no con mano dura; no con una mano de cariño y amor y la otra mano de hierro, sino con las dos manos de misericordia.

Espíritu Santo te alabo y te bendigo por la paciencia que has tenido con migo. Este cuerpo que es tu templo desde el bautismo va a ser consagrado lo mejor para vivir los consejos evangélicos lo más radical que pueda: una extrema pobreza en todos los aspectos, una obediencia a raja tabla para no hacer mi voluntad sino la del Padre, una castidad íntegra porque es la fidelidad a quien es fiel.  Gracias Espíritu Santo.

Gracias mamá María por acompañarme en este nuevo calvario como acompañaste a Juan para que llegara hasta el final en la cruz.  “…Y el discípulo se la llevó a su casa… (Juan 19,25-27).  Y nosotros como buenos discípulos de Jesús la llevamos a la casa del corazón, a la casa de la familia, a la casa de la comunidad, a la casa del pueblo, a la casa de la ciudad, a la casa del país.  Les bendice un servidor colombo-dominicano Leonardo Roa Torres, Pbro. www.sanacioninterior.net e-mail jesussanahoy@gmail.com Tel. 809-753-8440.  Parroquia “Nuestra Señora del Carmen”, Las Terrenas y “Corazón de Jesús, El Limón de Samaná. República Dominicana. Naturalizado con el acta de nacimiento dominicano en Nagua.

 

 

 

 

 

 

 

 


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