Archivo por meses: junio 2011

El arbol de la Iglesia, el arbol del mundo

En el Ministerio de Sanación por donde Jesús me ha ido llevando he palpado tanto dolor, tantos enfermos, tantas personas que sufren sin consuelo y sin esperanza.

 

El Espíritu Santo me ha regalado esta figura de “El Árbol de la Iglesia”. La Iglesia como un árbol.

 

En este momento miremos o imaginémonos un árbol y descubramos cómo están conformados. ¿Cuántas partes tiene un árbol? Depende del árbol. Hay unos que tienen raíz, tronco y ramas; otros tienen hasta flores y otros frutos. Cada una de esas partes tiene su función.

 

A nosotros nos gusta ver las flores y alimentarnos de sus frutos. A la raíz no le damos mucha importancia porque no se ve. Sin embargo, la raíz tiene la función de dar vida, de sostener el árbol. Luego de los ciclones, de los huracanes vemos árboles arrancados de raíz, otros en cambio bien sostenidos. La raíz tiene gran importancia.

 

En la Iglesia tenemos las flores que embellecen. Las flores son esos carismas, esos dones que el Espíritu ha dado y hacen tanto bien en el mundo. “En el jardín de la Iglesia”, decía un Papa, cada carisma es como una flor que adorna. En un jardín no todas son azucenas o rosas o claveles. Hay variedad.

 

Así, los carismas de las comunidades religiosas, de los grupos o movimientos.apostólicos. Cada uno es una flor que embellece el jardín de la Iglesia. Cada uno es parte del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. ¿Cuál es el más importante o el mejor si todos son suscitados por el mismo Espíritu?

 

Pero existe no sólo la flor que embellece sino el fruto que alimenta, que nutre. Con esos carismas muchos se han alimentado: unos han nacido a una nueva vida, otros han sido fortalecidos en la fe y han recibido vida, la vida de Jesucristo quien “Ha venido a darnos vida y vida en abundancia” (Juan 10,10).

 

Pero de fondo hay algo escondido que absorbe y da vida: la raíz.

 

Muchos de nosotros hemos sido flores y hasta frutos: Hemos dado retiros, predicamos, oramos por los demás, hasta organizamos encuentros, visitamos los enfermos, celebramos la Eucaristía, en fin toda nuestra actividad apostólica y evangelizadora sea la que sea o la que haya sido.

 

Y, llega un momento de enfermedad o de vejez que nos saca del medio y ya no aparecemos como flor o fruto. Caemos en el silencio y en el anonimato creyendo que ya no servimos para nada y que lo mejor es morirse, como se dice. Unos piensan que ya cumplieron su misión y lo mejor es irse con Cristo.

 

Ya no somos flores y frutos, ya no aparecemos, ya no lucimos a los ojos de los hombres. Sin embargo, Papá Dios tiene otro trabajo: ser raíz. No importa si eres niño, si eres joven, si eres adulto o si eres anciano.

 

Desde el dolor, la enfermedad, la ancianidad ofrecer todo por “el árbol de la Iglesia” para que la Iglesia sea “sal, luz y levadura en el mundo”. Ofrecer todo, ofrecerlo todo. El cristiano todo lo aprovecha. Todo lo recicla.

 

No es fácil, pero debemos prepararnos con las incomodidades, con las enfermedades, con la partida de un ser querido, con las contrariedades del diario vivir para que cuando nos llegue el momento de ser raíz-raíz no nos desesperemos sino que nos entreguemos a esa nueva misión de “ocultos dar vida”.

 

Tendremos más tiempo de orar, de ofrecer todo ese dolor, esa enfermedad, esa impotencia de hacer las cosas, esa humildad de dejarse llevar de la mano, de dejarse bañar, de que le den la comida, etcétera, etcétera.

 

A un servidor de la Parroquia que trabajó mucho en las comunidades con la predicación, la catequesis, los retiros y ahora sufre de parquinson, artritis, orina por sonda, anciano y otras enfermedades le invitaba a que ofreciera esos dolores e incomodidades por diferentes necesidades: hoy por los niños abandonados, mañana por los jóvenes en droga o delincuencia, otro día por los matrimonios en dificultad, otro día por las autoridades para que sirvan al pueblo y no se sirvan del pueblo, otro día por los misioneros, otro día por los familiares, otro día por los enfermos abandonados, otro día por los que trafican la droga, en fin día a día por una intención. Así los enfermos tienen siempre trabajo y son importantes.

 

Esa es una nueva misión

 

Puede orar un Santo Rosario, un momento de oración, la Eucaristía por radio o T.V., la coronilla de la Misericordia, las bendiciones que puede enviar, las jaculatorias que puede hacer.

 

Oración y sacrificio. Jesús nos dice: hay espíritus que salen con oración y ayuno (Mateo 17,21).

 

De esta manera le vamos a encontrar sentido al sin-sentido y nos podemos convertir en una gran raíz en el árbol de la Iglesia y del mundo. Por eso nos dice Jesús; “Si el grano de trigo muere da vida, pero si no muere queda solo” (Juan 12,23-26). San Pablo nos anima: “a los que aman a Dios todo les ayuda” (Romanos 8,28-38).

 

No sólo el enfermo sino la familia o los que cuidan los enfermos pueden ser raíces. Todos llamados a ser raíces.

 

Démosle gracias a Jesús por las oportunidades que nos da de ser flores y frutos. Digámosle: Señor Jesús, úngeme con el poder del Espíritu Santo para ser raíz hoy, mañana y cuando Tú lo permitas. María, madre de Jesús y madre nuestra, Tú la gran raíz de intercesión desde “el sí” de la Anunciación hasta el camino de la cruz y el recibir a tú hijo en tus brazos….. Madre, consigue esa fortaleza de espíritu para todos sus hijos y así podamos ser raíces como lo han sido los santos.

 

Recordamos los pastorcitos de Fátima: Jacinta, Francisco, Lucía; Santa María Faustina, el Padre Pío, Santa Teresita del Niño Jesús, la madre Teresa de Calcuta y tantos santos y santas canonizados y otros en el anonimato que dieron vida o están dando vida como raíces.

 

Oremos y digamos hasta en voz alta: Gracias Señor Jesús por poder servir siempre, gracias por quitarme de la cabeza y del corazón que ya no sirvo para nada y que lo mejor es morirme, gracias por fortalecerme para ser raíz. Te alabo y te bendigo por tu amor y tu cariño.

 

Gracias por guardarme en tu corazón bendito, por lavarme con tu sangre preciosa y hablarme de corazón a corazón. Gracias por poder llegar a tantos hermanos con “El árbol de la Iglesia”. Gracias Jesús, gracias Señor Jesús.

 

Los bendigo en Jesús y en María, esperando sus oraciones y sacrificios por este servidor.

 

En Facebook – Leonardo Roa Torres

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