“Contra el orden injusto de cosas insurgió en 1510, en la isla La Española, un grupo de sacerdotes de la orden de Santo Domingo, que durante más de un año había presenciado las iniquidades de que eran víctimas los indígenas. De lo profundo de sus conciencias brotó la protesta contra la injusticia, y resolvieron condenar desde el púlpito tan execrables crueldades.
Para el efecto, confiaron de mutuo acuerdo, a Fray Antonio de Montesinos, el primer sermón en este sentido, y a fin de “que se hallase toda la ciudad y ninguno faltase, convidaron al segundo Almirante que gobernaba la Isla, a los oficiales del Rey, y a todos los letrados y juristas que habían”. Así, en una tosca Iglesia de techo de paja, paredes de bajareque y en víspera de la navidad del año 1511, iniciaron una cruzada por la justicia que haría historia. Ese día, en el curso de la misa se irguió Fray Antonio de Montesinos en el púlpito. Y ante todos los grandes de la isla, pronunció un sermón que sin exagerar cambió el destino del Nuevo Mundo.
Me he subido aquí –les dijo- yo que soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura, la más espantable que jamás pensasteis oir: todos estáis en pecado mortal y en él vivís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a que estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos, habéis consumido? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales?¿No sois obligados a amarles como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís?…Tened por cierto que, en el estado en que estáis, no os podéis salvar más que los moros o turcos que carecen o no quieren la fe de Jesucristo”. Esto ocasionó